Un equipo de astrónomos presenta un nuevo método para detectar supernovas horas después de la explosión
• Un nuevo método combina cartografiados del cielo con campo amplio de visión y el seguimiento inmediato con telescopios
• El estudio, liderado por el ICE-CSIC, demuestra que observar la primera luz de las supernovas, que marcan el final de la vida de las estrellas, preserva información sobre su tipo, origen y entorno
• Lluís Galbany, investigador del IEEC en el ICE-CSIC, ha participado en el estudio y señala que el trabajo abre la puerta a nuevos protocolos de detección temprana

Las supernovas son enormes explosiones que marcan las etapas finales de la vida de una estrella. Al ser repentinas e impredecibles, estudiarlas ha sido difícil durante mucho tiempo, pero gracias a los cartografiados del cielo de alta frecuencia, se pueden detectar nuevas casi a diario. Un nuevo estudio liderado por el Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC), con la participación del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC), y publicado en la revista Journal of Cosmology and Astroparticles Physics (JCAP), presenta un nuevo método para detectar supernovas horas después de su erupción.
El estudio piloto se centra en una muestra de diez supernovas y utiliza observaciones realizadas con el Gran Telescopio de Canarias (GTC). Demuestra que los protocolos específicos y el rápido seguimiento a través de telescopios pueden capturar los espectros más tempranos de estas explosiones estelares, idealmente en un plazo de 48 o incluso 24 horas tras su primera luz. Este avance ofrece una oportunidad sin precedentes para estudiar los momentos inmediatamente posteriores a la muerte de una estrella y hace que la detección temprana sea clave para comprender su origen y evolución.
Las supernovas se dividen en dos grandes categorías, en función de la masa de la estrella progenitora. Por un lado, las supernovas termonucleares son estrellas cuya masa inicial no supera las ocho masas solares. “La etapa evolutiva más avanzada de estas estrellas, antes de la supernova, es la enana blanca: objetos muy antiguos que ya no tienen un núcleo activo que produzca calor. Las enanas blancas pueden permanecer en equilibrio durante mucho tiempo, gracias a un efecto cuántico denominado presión de degeneración electrónica”, explica Lluís Galbany, astrofísico del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) y del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC) y primer autor del estudio.
Si una estrella de este tipo se encuentra en un sistema binario, puede absorber materia de su compañera. La masa adicional aumenta la presión interna hasta que la enana blanca explota como supernova.
La segunda categoría principal de supernovas incluye estrellas muy masivas, de más de ocho masas solares. “Brillan gracias a la fusión nuclear en sus núcleos, pero una vez que la estrella ha quemado átomos progresivamente más pesados —hasta el punto en que la fusión ya no produce energía—, el núcleo colapsa. En ese momento, la estrella colapsa porque la gravedad ya no está contrarrestada; la rápida contracción aumenta drásticamente la presión interna y desencadena la explosión”, afirma Galbany.
Detección temprana
Las primeras horas y días tras una explosión de supernova preservan pistas directas sobre el sistema progenitor: información que ayuda a distinguir modelos de explosión, estimar parámetros críticos y estudiar el entorno local. Históricamente, obtener datos tan tempranos era difícil, ya que la mayoría de las supernovas se descubrían días o semanas después de la explosión. Los cartografiados modernos de campo amplio y alta cadencia, que abarcan grandes franjas del cielo y las revisan con frecuencia, están cambiando esa perspectiva y permitiendo descubrimientos en cuestión de horas o días.
Se necesitan protocolos y criterios estándares para aprovechar al máximo estos estudios, por lo que el equipo puso a prueba dichas reglas utilizando observaciones del GTC. En el estudio se analizaron diez supernovas: la mitad termonucleares y la otra mitad de colapso del núcleo. La mayoría se observaron en los seis días posteriores a la explosión estimada y, en dos casos, en las 48 horas siguientes.
El protocolo comienza con una búsqueda rápida de candidatos basada en dos criterios: la señal luminosa debe haber estado ausente en las imágenes de la noche anterior y la nueva fuente debe estar dentro de una galaxia. Cuando se cumplen ambas condiciones, el equipo activa el instrumento OSIRIS, instalado en el GTC, para obtener un espectro.

“El espectro de la supernova nos indica, por ejemplo, si la estrella contenía hidrógeno, lo que significa que estamos ante una supernova de colapso de núcleo”, afirma Galbany. “Conocer la supernova en sus primeros momentos también nos permite buscar otros tipos de datos sobre el mismo objeto, como la fotometría [del cartografiado] Zwicky Transient Facility (ZTF) y [el sistema] Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS) que utilizamos en el estudio. Estas curvas de luz muestran cómo aumenta el brillo en la fase inicial; si observamos pequeños abultamientos, podría significar que otra estrella de un sistema binario fue absorbida por la explosión”, añade. Las comprobaciones adicionales contrastan los datos de la misma zona del cielo obtenidos por otros observatorios.
Dado que este primer estudio logró recopilar datos en 48 horas, los autores concluyen que es posible realizar observaciones aún más rápidas. “Ahora sabemos que un programa espectroscópico de respuesta rápida, bien coordinado con cartografiados fotométricos profundos, puede recopilar espectros de forma realista en un día tras la explosión, lo que allana el camino para estudios sistemáticos de las fases más tempranas en futuros cartografiados a gran escala, como La Silla Southern Supernova Survey (LS4) y el Legacy Survey of Space and Time (LSST), ambos en Chile”, concluye Galbany.
Más información
Esta investigación se presenta en un artículo titulado «Rapid follow-up observations of infant supernovae with the Gran Telescopio Canarias», de Galbany, Ll. et al, incl. Gutiérrez, C.P., Piscarreta, L., Alburai, A., Ali, N., Cross, D., González-Bañuelos, M., Jiménez-Palau, C., Kopsacheili, M., Phan, K., Sanfeliu, R., publicado en la revista Journal of Cosmology and Astroparticles Physics (JCAP) el 27 de junio de 2025.
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